TERROR EN LA MADRUGADA DEL 42
La guerra estaba en su auge.
El ejército alemán avanzaba,
los pueblos sucumbían sin piedad.
Sus voces un quejido sin igual.
En los pueblos a su paso,
obligaban a las fosas comunes.
Los seres eran destruidos.
Sino en la hoguera,
o por un pelotón de fusilamiento.
Los valores del siniestro hecho.
Solo proponía dolor y decidía.
Todos en fila india al pelotón.
Ya no sirven las lágrimas.
No hay consuelo vivo,
para ser humano alguno.
Vejaciones, muerte y oscuridad.
El destino marcaba la vida.
Una verdadera madrugada de terror,
allá por finales de Mayo de 42.
En un pueblo llamado Tracia.
En el norte de Grecia.
Vivía una joven llamada Kaden.
Prisionera en un campo de concentración,
bajo una situación especial de dolor.
Estaba embarazada y ya pronto a parir.
Apenas despuntaban,
los primeros rayos del sol.
Se escuchó una voz potente,
enferma de odio y lastimera
de pasiones desencontradas.
Todos afuera como estén ja ja,
por fin, irán a donde pertenecen, ja ja.
Vamos no teman del frío.
Salieron… apenas se podían mover.
Sus articulaciones casi rígidas,
por el frío y el castigo diario,
felices de ver el verde campo.
Libres por un instante.
A ella le volvió a latir su corazón,
como si la naturaleza esperaba
para abrazarla y compartir,
la libertad en el dolor.
Irrumpe nuevamente la voz.
Avancen hasta el muro del galpón,
levanten sus manos,
apóyenlas sobre él, de
frente.
Comenzó en sus corazones
a sentirse, la cruda realidad.
Algunos a temblar de pánico,
otros a orinarse de terror,
y otros a despedir excremento.
Triste momento de dolor,
de saberse ocultos,
en el absurdo sometimiento,
tal cual animales al faenamiento.
La vos inerte ordena:
¡pelotón formarse!
Posición de tiro, ¡apunten!
En ese momento surge otra voz.
“Alto”, un oficial de alto mando
se acerca, y pregunta con voz fuerte:
¿En este grupo hay una mujer embarazada?
Se dio vuelta Kaden, yo señor.
De un paso al frente dijo el oficial.
Salga del grupo y párese al costado.
Mire a sus familiares y amigos,
que están del otro lado.
No olvide jamás que usted,
cuando nazca su hijo
le tocara, con o sin él este camino.
Sea feliz por este instante.
Mientras le ayudaban,
dos soldados a sostenerse.
Dio la orden de continuar.
¡Fuego!…, y el estruendo de los Máuser.
Una vez aniquilados los cuerpos,
surgió el silencio estremecedor.
A ella la soltaron en libertad,
quebrada y sin consuelo, cayó de rodillas
llorando sin poder entender.
Terrible saña y dolor.
Abrazó su vientre con amor,
viendo el rostro de sus padres,
y hermanos que sucumbieron ante ella.
Terror en la madrugada del 42.
Sus ojos nunca volvieron a ser alegres.
La vida le brindó los años viejos,
le dio a su corazón motivos de vida,
sin desechar su memoria,
en el camino del olvido.
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