DON NADIE

NADIE...¿?

DON NADIE
Hola ¿Cómo están? Mi nombre es Prudencio y soy contador de cuentos, y en mi pueblo me llaman el prudente.
Un día me llegó un sobre con una invitación por correo para  participar en un concurso de cuentos y viajé en tren, luego en colectivo y llegué a la gran ciudad donde prácticamente me perdí, hasta que un señor bien parecido, que tenía coches de alquiler me indicó cómo llegar caminando, pero de nuevo me extravié en un lugar boscoso con plazas y bancos para descansar, gente corriendo y otros caminando, hasta que vi un anciano sentado… Parecía indigente. Poco a poco me fui acercando hasta el banco donde estaba y lo saludé: ¡Buenos días! ¿Cómo le va amigo? Bien, bien Prudencio… lo estaba esperando. Medio que me asusté. ¿Cómo puede ser? Si nunca lo he visto antes. Era un anciano de barba larga y pelo cano. Vestía una túnica vieja y rota. Es más aún, sonrió y siguió diciéndome: siéntate, se que vienes para participar de un concurso en el que has sido invitado porque eres un buen contador de cuentos. ¿Cómo sabe usted eso? Pregunté. No te preocupes ya te lo diré pero tengo un regalo para ti. Ah bueno… Y ¿Qué es? Yo tengo un cuento que escribí para ti que habla del poder que propone el sometimiento  y cuando te das cuenta el dolor abraza tu corazón dejándote morir en el amor, y dice:
En la selva de la triple frontera cuentan sus aborígenes que existía en sus ancestros una tribu llamada los hijos de la esmeralda. Una tribu con grandes guerreros y hermosas mujeres rubias de ojos verdes, denominadas las esmeraldas doradas. Su cacique, un anciano de pelo cano y facciones rústicas. Toda su tribu le decía: “Jaguaraguasú catu”, que significa jaguar grande bueno.
Tenía una hija que junto a su esposa le llamaban Isandra y la cuidaban con mucho amor. Un día llegó a oídos del Cacique, que su hija se veia a escondidas con un joven que se llamaba Somael a la vera del río donde el sol nace, y que tenían intenciones de casarse. Entonces su padre montó en cólera, habló con su hija y le ordenó que no aceptaba que ella se casara con ese joven, porque él no pertenecía a la tribu. Pero su hija siguió insistiendo en verlo a escondidas con la intención de casarse  e ir a vivir al oriente donde todo era distinto. Entonces el Cacique comenzó a seguir a su hija para tomar prisionero al joven y matarlo. Ella no sospechaba lo que estaba ocurriendo y  continuó como si nada pasara.
Una mañana llegó a la vera del río y no encontró al ser que amaba, solo vestigios de su vestimenta, que ante terrible lucha con los guerreros del Cacique quedaron diseminadas. Ella se echó a llorar, pensando que había muerto su amado. Pasó y pasó el tiempo y antes de que el último rayo del sol se ocultara, una canoa se acercó y vio que desde ella su amado la llamaba para que se unieran y escaparan a la libertad. Esa noche el Cacique mandó llamar a su esposa para que le dijera donde estaba su hija. Ella contestó muy triste: Aún ella no regresó, y se retiró. Asustado el Cacique mandó a todos sus hombres a buscar a su hija y pidió ayuda a las tribus vecinas pero jamás se la volvió a ver.
Cuentan que el Cacique todos los días cuando nace el sol a la vera del río se sienta sobre un montículo de tierra y llora a su hija, poco a poco hasta confundirse en una vertiente que se abraza al río camino al oriente.
 Prudencio ¿Qué le pareció el cuento que he escrito para usted? En verdad me gustó muchísimo, es mejores que los míos. Bueno amigo dígame cómo sabía que yo me llamo Prudencio o cuál es su nombre, por lo menos para saber con quién hablo. Bueno mi nombre es: Don Nadie. Jajaja… Usted sí que es chistoso, pretende que me pare y mire a mis amigos como si  en este momento que pasa tanta gente caminando los vea y les diga que “Don Nadie” escribió este cuento para mí. ¿Usted me está cargando?... no le parece? He Don Nadie, o como quiera que se llame ¿Dónde se metió? Pero yo no estoy loco. Juro que estaba aquí en este banco, en este instante hablando conmigo.
Bueno vaya a saber que pasó. Me quedó de recuerdo el cuento y la dirección para enviarlo al concurso. Bueno en otra oportunidad quizás me diga de dónde me conoce ¿No les parece?...

Víctor A. Jouvardás





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